Este sábado concluye oficialmente la fase diocesana de la causa de canonización de Cipriano Martínez Gil y 55 compañeros mártiresque ha realizado durante estos años la Archidiócesis de Madrid y que ahora seguirá su pasó ahora en Roma. El acto solemne se celebra este sábado en la colegiata de San Isidro de Madrid a las 13.00 horas.
Alberto Fernández, delegado de Causas de los Santos de la Archidiócesis, asegura a Alfa y Omegaque se han enviado a Roma una documentación que supera los 6.000 folios,“con testimonios de testigos, familiares, gente que vivió esos momentos. Hay algunos que viven, algunos incluso fueron testigos de la detencióny recuerdan cómo fueron a la casa del cura. Hemos interrogado en total a 95 testigos, y la gran mayoría se emocionaban al narrar aquello que pasó, porque fueron testigos de una entrega muy grande», dice el delegado, quien destaca que «es importante subrayar que es un trabajo minucioso que se lleva a cabo con mucho rigor, con muchas garantías procesales e históricas”.
Cipriano Martínez, arrestado en julio de 1936
Era el 21 de julio de 1936 cuando el párroco de El Pardo, Cipriano Martínez, fue apresado junto a su coadjutor y fueron llevados al calabozo municipal.Allí, Cipriano alentó a sus compañeros de cautiverio con charlas de fe y hasta con bromas. Y ante sus carceleros tomaba una actitud comprensiva: “Hay que perdonar. Tenemos que estar dispuestos a lo que Dios quiera, a darle la vida si es preciso”, lo que hizo en la madrugada del 18 de agosto, cuando lo llevaron a la tapia del santuario del Cristo del Pardo para fusilarle, no sin antes pedir un momento para rezar en silencio antes de recibir la descarga mortal.
A este sacerdote le acompañan en la causa de canonización numerosos sacerdotes que compartieron con él tanto la incertidumbre de la detención como la decisión en la entrega de la vida. Todos ellos forman parte de una generación de sacerdotes marcada por la persecución y el martirio: en 1936 había en Madrid 1.118 sacerdotes seculares, de los cuales fueron martirizados 379, una tercera parte, cuyas causas va a ir abriendo poco a poco la diócesis
Junto a Cipriano y sus compañeros de sacerdocio figuran en esta causa varios laicos, familiares todos ellos de alguno de los sacerdotes, con los que compartieron también el mismo destino, como los dos hermanos de Carlos Plato, párroco de Canillejas, que fueron voluntariamente al martirio para no dejar solo a su hermano; o Pilar Martín de Miguel, sobrina del párroco de Aranjuez, sometida durante varios meses a torturas y vejaciones para hacerle confesar el paradero de su tío, hasta que finalmente fue asesinada a palos.
"Pensaban que no les pasaría nada"
El delegado diocesano asegura que “la mayoría de ellos pensaba que no les iba a pasar nada, sencillamente porque ellos no habían hecho nada malo a nadie. Muchas de las personas de sus pueblos y parroquias los querían y los protegían, y al mismo tiempo ellos estaban muy seguros de que si les pasaba algo estaban en las manos de Dios”.
Por ello, agrega Fernández, “se mostraron muy dispuestos a dar la vida por el Señor en caso necesario, y muy valientes para hacerlo. En el fondo son historias muy de Dios”.
“Ha sido muy edificante recorrer la historia de todos estos siervos de Dios. Son testimonios de mucha fortaleza, de mucha fe, de mucho amor y confianza en el Señor”, agrega el responsable diocesano de las causas de los santos. Ahora –recuerda- el juicio para ser declarados mártires corresponde al Papa, que es “el único juez de causas de los santos”.
Clausura de la fase diocesana de la causa de beatificación de Cipriano Martínez Gil y 55 compañeros. Noticia emitida en Informativo Diocesano de 13 televisión el 06 de Diciembre de 2018:
Se cierra en Madrid la causa de beatificación de 56 sacerdotes y laicos testigos de la fe durante la persecución de los años 30. El juicio ahora le corresponde al Papa
Este sábado, la colegiata de San Isidro acoge a las 13:00 horas la clausura de la fase diocesana de la causa de canonización de Cipriano Martínez Gil y 55 compañeros, todos ellos sacerdotes diocesanos y familiares que dieron su vida durante la persecución religiosa de los años 30 y que ahora se someten al juicio de la Santa Sede para ser declarados mártires.
Era el 21 de julio de 1936 cuando el párroco de El Pardo, Cipriano Martínez, fue apresado junto a su coadjutor y fueron llevados al calabozo municipal. Allí, Cipriano alentó a sus compañeros de cautiverio con charlas de fe y hasta con bromas. Y ante sus carceleros tomaba una actitud comprensiva: «Hay que perdonar. Tenemos que estar dispuestos a lo que Dios quiera, a darle la vida si es preciso», lo que hizo en la madrugada del 18 de agosto, cuando lo llevaron a la tapia del santuario del Cristo del Pardo para fusilarle, no sin antes pedir un momento para rezar en silencio antes de recibir la descarga mortal.
Acompañan en la causa a Cipriano numerosos sacerdotes que compartieron con él tanto la incertidumbre de la detención como la decisión en la entrega de la vida. Todos ellos forman parte de una generación de sacerdotes marcada por la persecución y el martirio: en 1936 había en Madrid 1.118 sacerdotes seculares, de los cuales fueron martirizados 379, una tercera parte, cuyas causas va a ir abriendo poco a poco la diócesis
Junto a Cipriano y sus compañeros de sacerdocio figuran en esta causa varios laicos, familiares todos ellos de alguno de los sacerdotes, con los que compartieron también el mismo destino, como los dos hermanos de Carlos Plato, párroco de Canillejas, que fueron voluntariamente al martirio para no dejar solo a su hermano; o Pilar Martín de Miguel, sobrina del párroco de Aranjuez, sometida durante varios meses a torturas y vejaciones para hacerle confesar el paradero de su tío, hasta que finalmente fue asesinada a palos.
«Ha sido muy edificante recorrer la historia de todos estos siervos de Dios. Son testimonios de mucha fortaleza, de mucha fe, de mucho amor y confianza en el Señor», dice Alberto Fernández, delegado de Causas de los Santos. «La mayoría de ellos pensaba que no les iba a pasar nada –prosigue–, sencillamente porque ellos no habían hecho nada malo a nadie. Muchas de las personas de sus pueblos y parroquias los querían y los protegían, y la mismo tiempo ellos estaban muy seguros de que si les pasaba algo estaban en las manos de Dios». Y cuando todo se desató, «se mostraron muy dispuestos a dar la vida por el Señor en caso necesario, y muy valientes para hacerlo. En el fondo son historias muy de Dios».
Fernández subraya que «ahora el juicio para ser declarados mártires corresponde al Papa, que es «el único juez de causas de los santos». Lo que se ha hecho hasta ahora en Madrid ha sido recoger documentación y testimonios que ahora se envían a Roma para que los estudie primero una comisión de historiadores, luego una de teólogos y por último de obispos y cardenales, hasta acabar el proceso en el Papa, «que es quien dicta la sentencia» que reconoce el martirio.
A Roma han enviado una documentación que supera los 6.000 folios, «con testimonios de testigos, familiares, gente que vivió esos momentos. Hay algunos que viven, algunos incluso fueron testigos de la detención y recuerdan cómo fueron a la casa del cura. Hemos interrogado en total a 95 testigos, y la gran mayoría se emocionaban al narrar aquello que pasó, porque fueron testigos de una entrega muy grande», dice el delegado, quien destaca que «es importante subrayar que es un trabajo minucioso que se lleva a cabo con mucho rigor, con muchas garantías procesales e históricas».
Alberto Fernández confirma también que próximamente se va a abrir en Madrid una nueva causa con 50 sacerdotes y más de 60 laicos, hombres y mujeres miembros de la Acción Católica, de la Asociación Católica de Propagandistas, de la Adoración Nocturna y también catequistas de parroquias, «porque estamos convencidos de que la motivación de su muerte fue principalmente religiosa».
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Publicado en http://www.alfayomega.es/172003/madrid-manda-a-roma-la-causa-de-56-martires
Apertura de la causa de canonización de Cipriano Martínez Gil y 55 compañeros mártires del S.XX. Noticia emitida en Informativo Diocesano de 13 televisión el 22 de Marzo de 2017:
La iglesia de las Calatravas acoge este sábado, 18 de marzo, el acto de apertura de la causa de canonización de Cipriano Martínez Gil y 55 compañeros mártires del siglo XX en Madrid. Se trata del primer proceso que engloba a un grupo de sacerdotes pertenecientes al clero madrileño junto con algunos de sus familiares. La sesión de apertura de la causa tendrá lugar a las 11 horas, será presidida por el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, y contará con la presencia del cardenal arzobispo emérito de Madrid, Antonio María Rouco Varela, del obispo de Getafe, monseñor Joaquín María López de Andújar –pues en el grupo hay sacerdotes de esa diócesis–, y del obispo auxiliar de Madrid, monseñor Juan Antonio Martínez Camino, quien entre sus responsabilidades tiene encomendada la pastoral de la santidad.
En total son 49 sacerdotes y siete familiares asesinados junto a ellos en aquellos años de persecución religiosa en la capital y en los pueblos de los alrededores. No son los únicos, como explica el delegado diocesano para las Causas de los Santos, Alberto Fernández Sánchez: «Hay una lista de sacerdotes diocesanos todavía en estudio, que se acercan a los 400». En los primeros meses tras el estallido de la Guerra Civil, cuando más arreció la persecución, Madrid contaba con 1.118 sacerdotes seculares, lo que supone que en aquellos meses fue martirizado aproximadamente un tercio del clero secular madrileño. Así, según explica el delegado, entre los sacerdotes del clero secular y los religiosos «es posible que pasen de 1.000 los mártires de aquellos años. Y los seglares fueron seguramente bastantes más. Nuestra intención es ir progresivamente abriendo las causas de todos ellos. Por justicia, y por amor a la verdad», confiesa Alberto Fernández.
Precisamente los seglares presentes en este grupo son todos familiares de alguno de los sacerdotes mártires, lo que asegura que la motivación de su asesinato fue el odio a la fe, requisito indispensable para el reconocimiento del martirio. Es el caso de los padres y la hermana del párroco de San Martín de la Vega, Ildefonso Monterrubio; o los dos hermanos de Carlos Plato, párroco de Canillejas, que fueron voluntariamente al martirio para no dejar solo a su hermano; o Pilar Martín de Miguel, sobrina del párroco de Aranjuez, sometida durante varios meses a torturas y vejaciones para hacerle confesar el paradero de su tío, hasta que finalmente fue asesinada a palos.
Muertos por odio a la fe
El delegado de Causas de los Santos explica que «se lleva trabajando en esta causa durante muchos años, recogiendo testimonios y documentos. También se ha pedido un informe a la Santa Sede por si hubiese en sus archivos alguna información desconocida para nosotros. Se trata de un estudio riguroso y preciso, que conlleva mucho trabajo y esfuerzo para reunir todas las pruebas que permitan alcanzar la certeza moral del martirio de cada uno de los siervos de Dios, pero hasta ahora no disponíamos de todos los elementos necesarios para poder abrir esta causa».
En el minucioso proceso de documentación sobre el martirio de todos estos fieles, se han utilizado testimonios de testigos que tuvieron conocimiento directo de los mártires (de visu); de testigos que recibieron informaciones de quienes tuvieron trato directo e inmediato con ellos (de auditu a videntibus); y de testigos que recibieron informaciones por parte de personas que solamente oyeron hablar de ellos (de auditu). Esto permite que se pueda comenzar el estudio de un candidato al reconocimiento del martirio aunque no haya aparecido nunca el cuerpo, porque se deshicieron de él, como es el caso de Alejandro de Castro, párroco de Los Molinos, o de Julio Calles, coadjutor de Canillas.
Además, la celebración del martirio de un creyente no está impulsada por motivaciones ajenas a la fe, y mucho menos de carácter político. Como señala Alberto Fernández, «el proceso para reconocer el martirio de uno o varios siervos de Dios es ante todo un deber de justicia y de fidelidad a la historia. Hay que afirmar sin miedo y con claridad que los mártires no mueren por motivos políticos sino por amor a la fe y por fidelidad a Jesucristo. Un amor y una fidelidad que pueden tener consecuencias en la actuación en el ámbito político». El motivo de la muerte de Cipriano Martínez Gil y de sus 55 compañeros «no fue otro que el ser cristianos».
El proceso continúa
A partir de ahora, el proceso continúa en la diócesis, según un recorrido claro: «Los procesos de canonización son largos, puesto que deben recogerse todas las pruebas documentales y testificales que permitan arrojar luz sobre cada uno de los siervos de Dios. Todas estas pruebas se reúnen en la fase diocesana del proceso y, una vez recogidas y concluida la fase diocesana, se envían las actas a la Congregación de las Causas de los Santos de la Santa Sede, donde se estudian pormenorizadamente, antes de que el Santo Padre pueda emitir un juicio sobre el martirio de estos siervos de Dios», porque «hay que dejar muy claro que el hecho de iniciar un proceso no implica necesariamente que se llegue a declarar el martirio», pues solo cuando «se demuestra y el Papa reconoce el martirio de los siervos de Dios, es cuando podemos afirmar con claridad que son mártires. Al abrir una causa de canonización no se pretende prevenir el juicio definitivo de la Iglesia». De momento, no hay plazos: «Desde que comienza un proceso hasta que se concluye pueden pasar varios años, pues se requiere rigor y certeza en la investigación».
Nuestra fe crece gracias a ellos
«La sangre de los mártires, que se une a la sangre derramada del Señor, es fuente de vida para la Iglesia», señala el delegado de Causas de los Santos de Madrid. «La historia de la Iglesia nos abre los ojos a la realidad de que en la tierra regada con sangre de mártires florece con fuerza la fe. No solo Madrid sino toda España ha sido bendecida por Dios con el don de miles de mártires y nosotros somos sus herederos. Es algo pasivo, recibimos un regalo, de forma inmerecida. Mi fe de hoy nace, vive y crece gracias a la entrega radical de quienes dieron su vida por amor a Dios».
Pero también son modelos que imitar: «Si ellos no dudaron en dar su vida por seguir radicalmente al Señor, ¿por qué yo me voy a reservar? Si ellos no dudaron en confesar su fe, ¿qué me impide dar testimonio a quien se me pone delante cada día? Teniendo en cuenta que no es algo que se alcance con las propias fuerzas. Más bien, los mártires son testimonio de debilidad humana revestida de fuerza de Dios. Porque mi debilidad no es obstáculo para la entrega de la vida».
Eso es lo que tenía claro el mismo Cipriano Martínez en el momento de su martirio, pues ya sabía que la vida cristiana comporta la vocación al martirio. Como escribió no mucho tiempo antes de morir: «¡Ya no basta sembrar! Los santos no solo sembraron, se sembraron… Dieron su vida por su obra, a imagen de Cristo, que la dio por la Iglesia. Si el grano de trigo no cae en tierra, no da fruto. ¡Sembrarse!»
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Alfa y Omega Nº 1017 – 16-03-2017
Hijo de Leocadio y de Luisa. Estudia en el Seminario Menor de Alcalá y en el conciliar de Madrid. Ordenado sacerdote en 1935, su primer y único destino fue el de mayordomo del Seminario de Rozas de Puerto Real, desde donde colaboraba también en Navahondilla.
En julio de 1936 no aceptó pasar a Ávila, sino que prefirió buscar refugio en Madrid, en casa de su primo Santiago Ballesteros del Val, que vivía en la calle de Goya. Escondido allí algunos meses, celebraba diariamente la santa misa y ofrecía los auxilios espirituales a la gente. El 9 de diciembre se presentaron dos milicianos a hacer un registro rutinario y descubrieron los ornamentos litúrgicos de don Policarpo. Él no ocultó su identidad de sacerdote y fue detenido, junto con su primo. Ambos fueron muertos en el km. 7 de la carretera de Hortaleza.
Hijo de Nicolás y Ana Engracia. Fue bautizado en la parroquia de San Andrés. El 8 de diciembre de 1925 recibe la confirmación de manos de don Leopoldo Eijo y Garay en la capilla del Seminario Conciliar de Madrid, donde hacía sus estudios. Es ordenado sacerdote en 1935 por san Manuel González García, por entonces obispo de Málaga. Un mes después fue nombrado coadjutor de San Martín de Valdeiglesias.
Corrió voluntariamente la misma suerte que el párroco, don Ángel. La familia conserva el crucifijo que llevaba en el momento del martirio.
Hijo de José y de Francisca. Era el segundo de cuatro hermanos, la menor de los cuales fue religiosa escolapia. Estudia en el Seminario de Madrid. Ordenado sacerdote en 1909, es nombrado coadjutor de San Pedro de Carabanchel Alto. En 1911 pasa a ser coadjutor de San Antonio de la Florida y en 1927, párroco de Belmonte del Tajo. En 1935, deja su pueblo natal para ir de párroco a San Martín de Valdeiglesias, donde coincide con el joven coadjutor Luis Martín Pascual, martirizado con él.
Don Ángel y don Luis son advertidos por un amigo guardia civil del peligro que corrían, pero se niegan a huir abandonando su “rebaño”. El 23 de julio de 1936 ambos fueron detenidos por un grupo de milicianos de Navas del Marqués y fusilados a las afueras del pueblo. Un joven encontró los cuerpos y les dio sepultura en San Martín de Valdeiglesias. La familia trasladó a don Ángel al cementerio de Belmonte del Tajo, donde ha reposado hasta 2012, cuando fue inhumado en el presbiterio del templo parroquial.
Hijo de Jenaro y Eulalia, tuvo un hermano gemelo, Aquilino, también sacerdote. Estudió en Salamanca, donde fue ordenado sacerdote. Ejerció su ministerio en los pueblos salmantinos de Tavera de Abajo, El Pedroso de la Armuña, Villar de Samaniego y Aldea Lengua. Ante la presión anticlerical sufrida allí, su primo Juan Francisco Morán Ramos, Vicario General de la diócesis de Madrid-Alcalá, le abre el camino de la capellanía de las Carmelitas Descalzas de Boadilla del Monte, a donde llega en 1935.
El 20 de Julio de 1936 una turba armada le pone las armas al pecho para que les franquee la entrada del convento. El día 28 lo sacan de su casa. El día anterior habían matado al párroco, don Benjamín. Don Melitón se despide de su hermana y sobrinos diciéndoles: No os preocupéis por mi. Voy resuelto y alegre a recibir la palma del martirio.
Hijo de Cecilio y Juliana. Estudió en el seminario de Ávila, donde fue ordenado sacerdote en 1903. En 1904 es nombrado coadjutor de San Marcos y en 1908, capellán de las Franciscanas Terciarias. En 1911 pasa, como párroco, a San Cristóbal de Boadilla del Monte.
Fue detenido el 26 de julio de 1936 por algunos milicianos del pueblo y conducido a Madrid, a la checa de la calle Segovia. Fue asesinado y enterrado en el término de Pozuelo. Exhumados sus restos en 1942, fueron trasladados al cementerio municipal de Boadilla, junto con los del capellán de las carmelitas, don Melitón Morán y los del seminarista lugareño Miguel Talavera, “los mártires de Boadilla”.