Hijo de Demetrio y Florentina. Estudió en los seminarios de Alcalá y de Madrid, incardinándose en la diócesis en 1918.
A finales de julio de 1936, ante las noticias de los asesinatos de los sacerdotes de los pueblos vecinos (Moralzarzal, Navacerrada, Collado Mediano) se le ofreció huir por la Sierra a la zona nacional, pero él se negó. Don Alejandro escribió una carta al Comité rojo poniéndose a su disposición, a lo que le respondieron: Que no tenga prisa, que ya llegará su hora. Ante la presión del frente de guerra, consintió ser trasladado por un feligrés a Becerril de la Sierra y, luego, a Moralzarzal, donde fue reconocido y denunciado al Comité local. Estando enfermo, lo sacaron en camilla de la cárcel y lo llevaron en un coche por la carretera de Villalba, donde debieron fusilarlo.