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Martires

Liberato Moraleja Juan

  • Causa: Causa de Ignacio Aláez Vaquero y compañeros, seminaristas
  • 60 años
  • Padre del seminarista Antonio Moralejo Fernández-Shaw
  • Nacimiento: Valencia, 15 de octubre de 1875
  • Muerte: Castillo de Aldovea (Torrejón de Ardoz), 8 de noviembre 1936
  • Sepultura: Cementerio de los mártires de Paracuellos del Jarama

Liberato perdió a sus padres cuando tenía tan solo 10 años. Nace en Valen- cia el 15 de octubre de 1875. Su padre, José, había sido Guardia Civil. Su ma- dre se llamaba Rita. Liberato es bautizado en la parroquia de la Purísima de la ciudad del Turia. Cuatro años después nacería Josefa, la pequeña de la familia.

José muere en Cuba, a donde había sido destinado tras ser ascen- dido a alférez. Poco después, la epidemia de cólera que sufre Valencia en 1885 siega la vida de Rita. Dos huérfanos, Liberato y Josefa, de 10 y 6 años respectivamente quedan a cargo de un tutor, un capitán de la Guardia Civil retirado, Antonio Martínez Pérez.

No sale el niño del ámbito militar. En 1887 ingresa en el Colegio de Huér- fanos de la Guardia Civil, en la localidad madrileña de Valdemoro. A partir de este momento, inicia una carrera de ascensos y cambios de destino que lo llevan a la Comandancia de su Valencia natal, donde conoce a Serafina Fernández Shaw, de origen gaditano. Se casan en Cullera, en la parroquia de los santos Juanes. No acaban ahí los ascensos de Liberato. La nueva familia se traslada a Cádiz, Almería, El Escorial, Pontevedra y Madrid, donde nacerá Antonio, nuestro seminarista. No fue Antonio el único hijo nacido de este matrimonio, que trajo al mundo cuatro niños y una niña. Salvo el pequeño Liberato todos mueren pronto: Carlos y Gabriel en el frente; Pepita muere muy pequeña; y Antonio, víctima de la persecución religiosa.

En 1931 Liberato promete lealtad al régimen republicano. De no ha- berlo hecho, habría sido jubilado en aplicación de la ley Azaña en mate- ria militar, que pretende, sobre todo, republicanizar al ejército. Al poco de ser proclamada la República, el Ministro de Guerra obliga, por decre- to, a prestar promesa de fidelidad al nuevo régimen para quienes qui- sieran continuar la carrera militar. Quien se opuso, pasó directamente al retiro. Aunque Liberato trabajó hasta 1935 para el gobierno republica- no, parece que al final debieron existir ciertas tensiones, a pesar de no tener filiación política alguna. El gobierno del Frente Popular, a través del General Joaquín Rodríguez Mantecón, le solicita una firma de adhe- sión frente a los militares sublevados. Liberato se niega, probablemente por el tinte antirreligioso que estaba tomando la situación.

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Muy unido está a su hijo pequeño, Antonio, seminarista. Y esta unión va a quedar sellada viviendo la misma muerte. Ambos son víctimas de la persecución religiosa. La tradición familiar ha conservado la memoria de la decisión de Liberato de acompañar a su hijo a donde se lo lleva- sen. Se une a su decisión el haber encontrado entre sus pertenencias documentos monárquicos, algo normal por otra parte para quien había servido como militar y había sido condecorado durante el reinado de Alfonso XIII. Tras pasar por la comisaria de Palacio, la Dirección General de Seguridad y la Cárcel Modelo, la Junta de Defensa ve peligrosa su permanencia en este lugar por la cercanía de la línea de frente del ban- do nacional. Un avance de los enemigos haría engrosar sus filas con los presos de la Modelo. El traslado se convierte en masacre. Los nombres de Liberato y de su hijo Antonio figuran entre los trasladados entre los días 6 a 8 de noviembre de 1936. La familia cree que fueron asesinados ambos el día 8 de noviembre en el Castillo de Aldovea, de Torrejón de Ardoz, y enterrados más tarde en una fosa común en el cementerio de los mártires de Paracuellos del Jarama.

Sólo entre su familia se mantuvo la memoria de su martirio y su de- cisión de acompañar a su hijo en su misma suerte. Su nombre ha sido recientemente rescatado del olvido de la historia e incorporado entre los mártires de la persecución religiosa.

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